Más allá del afán de lucro sentía una imperiosa necesidad de estar sobre el tablado. El teatro era su principal vocación, pero el género estaba pasando por un mal momento y el gran público prefería asistir a las salas cinematográficas, como hombre emprendedor y de su tiempo trataba de combinar ambas actividades. Su afán lo llevó a comprar un teatro en Tapachula Chiapas, que remodeló como cine, lo llamó “Lírico”, como el lugar donde vivió noches memorables al lado del Panzón Soto, tiempo después lo vendió, porque no tenía tiempo para administrar. Diseñó un programa dividido en dos partes, la proyección de una película y un concurso cinematográfico para hallar a los nuevos valores del concurso. Tenía mucho éxito porque los lugareños veían la oportunidad de ser descubiertos por el propio Pardavé; ningún valor sobresaliente surgió de ellos, pero la gente se divertía viendo a sus vecinos convertidos en aspirantes al estrellato. Se opuso… ¿por qué no escogemos a un muchacho sin compromiso?, el muchacho que Pardavé escogió, se llamaba Pedro Infante, fue la primera vez que Infante se integró al elenco de un programa importante, Pedro siempre le agradeció ese detalle. En el estreno de la revista rival, catalogada por los conocedores como uno de los mejores ejemplos del género, en ella se llegó a conjuntar la calidad del libreto, la apuesta y los intérpretes, con la espléndida música de Agustín Lara que Pardavé promovió con su participación.